VIOLENCIA EN NUESTRAS AMERICAS
Buenos días estimados hermanos/as, bendiciones en el nombre de Cristo.
Hemos sido testigos, en estas últimas semanas, de incidentes en diferentes países de Latinoamérica donde protestas públicas se han tornado violentas. Mucho se puede decir al respecto y las opiniones van de un lugar a otro. Lo cierto es que vemos con tristeza como se fractura nuestra sociedad y las grietas que nos separan se van haciendo cada vez más grandes y profundas. Lo lamentable es que escasean voces que sinceramente sean reconciliatorias, pues, aunque se muestra un deseo por ello, en realidad, las mismas usan un lenguaje doble, donde se aprovechan las oportunidades para infiltrar discursos partidistas que son falso remedio para la crisis que va en aumento. Lo que vemos es una constante pugna por el poder que lleva décadas en nuestro amado continente. Cuando se contempla las experiencias del pasado, no es para aprender de los errores, sino procurar continuar con ellos aplicándoles un poco de cosméticos; y la historia se repite con cada gobierno, con cada candidato, cada administración. Los pobres, no solo siguen siendo pobres, sino que se hunden en mayor pobreza. Las clases altas, siguen alzando vuelo hacia mayores alturas y, los del medio, pues, la fuerza de gravedad hace su propio trabajo, van en picada. Las ideas no ponen pan en la mesa; las ilusiones no satisfacen estómagos vacíos; los escándalos exponen, pero no corrigen los estados corrompidos, a menos que se actúe debidamente; la justicia, es una farsa si no se la aplica con “justicia”; la protesta no es moral si se destruye la propiedad de un semejante; las voces no se escuchan si le cierran las bocas a los pueblos a punta de fusil o golpe de bastones, sean estos propinados por las fuerzas públicas o, aquellos que pretenden protestar cuando en realidad usan la protesta como pretexto para someter, patotear, saquear e imponer por la fuerza brutal al fin y al cabo, sus propias ideas.
Lo que nuestros pueblos necesitan es paz, verdadera paz. Ya hemos probado la paz que ofrecen los pueblos; la paz que ofrecen los dirigentes de gobiernos; la paz que ofrecen las naciones poderosas; la paz que supuestamente deberían supervisar las Naciones Unidas. ¿Cómo es o en qué forma se llama a esto verdadera paz? Hoy más que nunca resuenan las palabras de Jesucristo hace dos mil años atrás, “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” Esas palabras son actualmente tan relevantes como lo fueron en su momento. Si no buscamos una paz diferente a la que ofrecen los charlatanes, seguiremos viendo con nuestros propios ojos, como las grietas que nos separan se irán incrementando y, seremos testigos de mayor discordia entre los pueblos. Escuchemos al fin, la oferta que nos dejó una vez el perfecto Hijo de Dios. Considérelo.
Pastor Edgardo Piesco