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EL JUEGO DE LA SEMANTICA

Buenos días estimados hermanos/as, bendiciones en el nombre de Cristo.

En 1883, el lingüista francés Michel Bréal acuño la expresión, “semántica”, para referirse a la ciencia que se faculta en estudiar el significado de las palabras. Se trata de una disciplina encargada de analizar los cambios de sentido, elección de nuevas expresiones e incorporación y abandono de ciertas locuciones. Cuando leemos en Levíticos 19:30, por ejemplo, “…mi santuario tendréis en reverencia”, cada palabra allí conlleva un significado que, puestas en su debido orden, expresan la intención que quiere transmitir el autor u orador que pronunció esas palabras, o frase. El lector, aunque posea la facultad mental, sin embargo, no tiene el derecho de imponerle a dicha expresión el significado que le plazca. En definitiva, no se puede manipular ni cambiar el valor semántico de cada palabra con el fin de acomodar la frase a una preconcepción asumida arbitrariamente por un lector dado. La declaración es lo que el autor quiso transmitir, no lo que el lector quiere entender de ella. Esto es aplicable a cada declaración que hacen las sagradas escrituras. En el ámbito de la interpretación, hay quienes juegan con la semántica, procurando acomodar los dichos divinos a las preconcepciones humanas. Esto es un patrón tomado de tendencias sociales e ideológicas que han movido la interpretación al plano del intérprete en lugar del comunicador. En otras palabras, nos hemos movido de los motivos e intensiones del comunicador a los caprichos del que recibe el mensaje.

Este fenómeno se ve usualmente en los medios de comunicación o periodísticos, donde palabras fuera de contexto y discursos, son interpretados de diferentes maneras. No se puede decir algo que no vaya a ser mal interpretado. Pero, en estos casos, el problema no está tanto en el comunicador, sino en el intérprete, pues, éste cree tener la prioridad de descifrar un mensaje que queda supeditado al capricho de él mismo, lo que quiere entender, en lugar de entender lo transmitido. Los medios periodísticos son, a menudo, practicantes de este tipo de modalidad equivocada. Y, desafortunadamente, la ciencia de la interpretación bíblica no está exenta de ello, al contrario, hoy más que nunca ha caído presa del mismo problema.

La palabra revelada de Dios tiene su valor semántico en cada “palabra”. Es la intención que tuvo Dios al revelarla; lo que quiso comunicar. No se trata de lo que se quiere interpretar, sino de interpretar lo que Dios quiso transmitir. En esta etapa de la historia donde todo parece ser distorsionado y cada uno interpreta como bien le parece, es de vital necesidad respetar los principios de la semántica, si es que, realmente estamos interesados en conocer el consejo de Dios. De otra forma, terminaremos haciendo de la palabra de Dios, palabra de hombres. Considérelo.

El Pastor


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